“ILUMINACION”
Haciéndose completamente humano
RICHARD MOSS
REVISTA “UNO MISMO” Abril de 1999
Transformación
Desde
el momento de la concepción, la vida humana es un continuo proceso de
transformación
En
nueve meses, dos células se convierten en trillones de células,
funcionando juntas en una complejidad enorme, convirtiéndose en lo que
llamamos un ser humano. Desde la formación de nuestro ser físico hasta el
desarrollo de nuestro ser psíquico, a través de diferentes estadios
durante nuestras vidas, estamos en un constante proceso de transformación.
En el
mejor sentido, la transformación se refiere a la profundización
espiritual, un crecimiento consciente de la inteligencia interior que se
expresa a si misma en nosotros, y como la totalidad de nuestro universo.
Lamentablemente , la transformación en el sentido popular a veces es muy
poco mas que una nueva forma de narcisismo, diversas formas de
auto-entusiasmarse que son cualquier cosa menos convertirse en un
verdadero ser humano, también, en un cierto sentido, la transformación es una
expresión contradictoria. En realidad no nos transformamos. De hecho, la
mayoría de nuestros esfuerzos para transformarnos son las mismas estrategias
que utilizamos para permanecer atrapados en un cierto nivel de desarrollo. Este
desarrollo podría ser llamado el nivel egocéntrico. Es el nivel en el cual nuestro
sentido de existencia separada domina totalmente la forma en la que nos
experimentamos a nosotros mismos, y por lo tanto como interactuamos con
los otros.
En mi
libro El Segundo Milagro, he llamado a este estadio de
desarrollo,” El Primer Milagro”
De
repente, apareció en el planeta Tierra una criatura consciente de sí
misma, una criatura que pudo usar el lenguaje, e interactuar creativamente con
su medio ambiente. Pero esto es solamente un estadio en nuestros desarrollo. La
transformación en realidad se refiere al movimiento desde el existir separado a
un estado mucho menos egocéntrico, un yo que está en un contacto mucho más
profundo con otra gente y con la totalidad del mundo. Este estado, que
convencionalmente asociamos con la
Realización y/o
Iluminación, es a lo que me refiero con el nombre de “Segundo Milagro”.
Volviendo
a lo que dije acerca de la naturaleza contradictoria del término
“auto-transformación”, el real movimiento desde el primer milagro a este más vasto,
más inclusivo yo, no es
realmente realizable a través del esfuerzo personal. Sin duda existe la
necesidad de hacer un esfuerzo significativo, pero el esfuerzo no esta tanto en
tratar de cambiarnos o transformarnos como en realmente aprender a estar
consciente o alerta de la propia naturaleza, de cómo nuestra conciencia opera
dentro del marco del ser separado. La verdadera transformación es en realidad
la actividad de una inteligencia más profunda que está constantemente
disponible para todos nosotros. Entonces se trata no tanto de tratar de
cambiar, sino entender cómo nos escapamos de las profundidades de
nosotros mismos, cómo tratamos de evitar el más profundo centro de sentimientos
que nos unen con lo que yo llamo una relación fundamental: la relación de yo,
el otro, y Lo Divino. Así la transformación realmente fluye de aquello
que ya somos en la medida que gradualmente comprendemos los mecanismos y
estrategias con los que continuamos evitando la relación con nuestro ser más
profundo. A medida que cesamos de dar energía a estas diversas estrategias, no
tanto por un deseo de cambiar pero más como un rendirse a la casi
desesperanzada contradicción de esfuerzo y resultado (esto es, que los
mayores esfuerzos son en realidad los que más crean el ser separado, que es en
sí mismo el obstáculo fundamental para la transformación), lo que luego sigue
emerge por sí mismo de la misma inteligencia de la vida. Así como no existe
ningún esfuerzo consciente desde la concepción a la infancia, y no hay ningún
esfuerzo consciente en realidad para ir de la infancia a la adolescencia, el
movimiento real desde un ego limitado hacia un individuo de una consciencia más
vasta, es también concedido por la vida cuando dejamos de obstruir.
Es la
belleza especial de la verdadera transformación el hecho de que no estamos
siendo llevados hacia un ego exaltado, no hacia un “otro supremo” con poderes
paranormales o una utopía tecnológica asegurada por nuestros intelectos, sino
hacia lo que realmente somos. La meta y punto final de la transformación es
convertirse en un ser humano, y no hay fin para la realización de nuestra
condición humana. En tanto como consideremos la aventura transformacional como
un proceso de trascendencia, como elevarnos más allá de los límites de la vida
humana, solo habremos entendido la mitad de la verdadera aventura.
La
otra mitad de esta aventura es la profundización de la encarnación de este más
completo nivel de conciencia dentro de nosotros mismos, nuestras familias,
nuestras comunidades, nuestras culturas.
¿Al
final, cuando todas las estrategias para resistirse a la vida se caen, que otra
cosa podría permanecer que no sea un ser humano? Me entristece profundamente el
hecho de que la mayor parte de la empresa humana, ya sea llamada espiritual o
científica, es inconscientemente un esfuerzo para escaparse de la vida humana,
para tratar de vivir en algún mundo de fantasía, o de salvación espiritual, o
de seguridad tecnológica. En lugar de alguna inmunidad mágicamente imaginada
concedida por el contacto por lo trascendental, la danza del despertar nos
invita a entrar más profundamente dentro de la vida y la responsabilidad
consciente. Ser una persona iluminada es ser un ser humano. Sin embargo, la
transformación es rara vez vista de esta forma porque la mayoría de la gente
esta usando la espiritualidad y sus intelectos como la forma de escapar del
dolor y la lucha de la vida, como una forma de evitar la relación con su propia
condición humana.
EL
DON DE LA
ATENCIÓN
Si el
resultado de la transformación es convertirse en un ser humano, entonces la
obvia pregunta es: ¿Cómo es que esta auténtica, genuina condición humana se
puede comunicar? La forma en que digo esto es que el mas grande don que nos
podemos dar unos a otros es la calidad de nuestra atención. Lo que digo es simplemente que
cuando nosotros miramos a otro desde un nivel superficial de nuestra conciencia
automáticamente lo objetivizamos de una forma muy superficial. Lo vemos como,
en una forma simplista, atractiva o no atractiva, deseable o indeseable, buena
o mala, correcto equivocado, etc. etc.
Pero
a medida que nuestra atención se enraíza más y más en la quietud universal que
está en la raíz, o en el centro de nuestra real naturaleza, vemos al otro
también como imbuido con lo infinito, también como participando en el misterio.
Esta calidad de atención hace posible un nuevo rango de vitalidad que no es
tanto transferido desde nosotros, sino mas bien convocado en el otro
simplemente por estar disponible para esta atención mas profunda.
Cuanto
más profundo alguno de nosotros va, mas profundo es cada uno de nosotros
incitado a ir. Esta es la gran forma en el cual la verdadera transformación es
contagiosa. No es en realidad una cuestión de cómo enseñarle a otro a
comportarse, o cómo influenciarlo, o cómo cambiarlo. Es realmente el hecho
simple que en la mismísima percepción del otro, él ya es cambiado. Y no
meramente en la conciencia del observador, realmente se les está dando a los
otros un espacio de presencia del cual pueden empezar a transitar su propia
transformación más profunda. Y esto sucede automáticamente. No es que la
persona número uno está intencionalmente influenciando o transfiriendo energía,
o induciendo a la persona numero dos. No hay intención en un individuo de
conciencia más profunda de influenciar a ningún otro ser humano. Es simplemente
la calidad de la atención con la cual una persona de conciencia más profunda
participa en la vida la que invita toda la vida a una completitud más profunda,
a una más vasta conexión.
El
fenómeno del despertar seduce a nuestros egos. Los principiantes son atrapados
a menudo en lo que tradicionalmente se llama poderes psíquicos. A medida que
nos abrimos a una conciencia más profunda automáticamente comenzamos a hacernos
más empáticos, más intuitivos. Podemos empezar a distinguir con facilidad los
estados de ánimo de los otros, sentir la tensión en sus cuerpos, la forma en la
cual una persona está siendo inconscientemente, deshonesta consigo misma y con
los otros. Algunas veces empezamos a ver de formas nuevas y a sentir como la
energía fluye en nosotros y que puede ser compartida con otros. Comúnmente los
principiantes tienden a emplear esta nueva conciencia intensificada para
manipular a otros, aunque sea con buenas intenciones. Esto lo único que hace es
aumentar la ilusión de la separación.
A
medida que maduramos, la percepción expandida no es la base para la separación.
Simplemente es una percepción que emerge de la misma forma que nos llega la
fragancia de una rosa y es simultánea con nuestra experiencia de comprender qué
es una rosa. Un ser humano incompleto cuando es percibido por alguien que tiene
el corazón abierto no es juzgado como incompleto, sino visto y comprendido como
una persona en evolución, como una persona que está avanzando. Entonces no hay
ningún esfuerzo para escaparse del dolor de otro, no se hace ningún esfuerzo
para disfrazar el dolor propio, no se hace ningún esfuerzo para manipular a
otro para que cambie, no hay necesidad de reaccionar a causa de que el otro sea
incompleto.
La conciencia
más y más elevada nos muestra que la evolución nos está llevando más y más
hacia un reconocimiento de la presente completitud de la vida, pero que este
reconocimiento no es nunca realizado en una persona determinada. Esta siendo
realizado por todos nosotros a medida que la conciencia evoluciona a través de
todos nosotros. En
efecto, la declaración de que el más grande regalo que podemos darnos el uno al
otro es la calidad de nuestra atención significa que nos estamos alejando de
manipular y juzgar a los otros, a un reconocimiento de la relación anterior e
inexorable en la cual todos somos ya completos. Así empezamos a
vivir los dos mandamientos fundamentales de casi todas las enseñanzas
espirituales: la unidad de Dios, y la percepción de que el prójimo no está en
realidad separado de nosotros mismos.
Con
esta atención profundizada, existe una sensación de que lo espiritual no es
algo que sucede cuando hay fenómenos paranormales, o en una Iglesia, o en un
lugar de oración, o Machu Pichu, en las Pirámides, o en cualquiera de estos
superglorificados lugares de peregrinaje que tanto seducen a la gente de La
Nueva Era. De
hecho, lo Sagrado está en todos lados. Lo sagrado es todo., Y cada uno es parte
de un proceso sagrado.
Para
comprender la noción de la energía más elevada, tenemos que considerar que lo
que llamamos un ego humano, que nos da la sensación de un “yo separado”, es en
realidad una forma de filtrar y aún reprimir una enorme dimensión de vitalidad.
Si pensamos acerca de la velocidad de crecimiento de un feto, vemos que algo
está trabajando allí, algo increíble está generando esa vida con tremenda
energía. Como infantes estamos muy abiertos, sin mucha estructura o límites que
dividan lo interno de lo externo. Pero gradualmente a medida que empezamos a
diferenciarnos de, en un yo separado, esta apertura, y mucha de la energía que
fluye a través de nosotros en ese momento, es reprimida por nuestros egos
porque sino se ahogarían en la vastedad y permanecerían mayormente
inconscientes en el vasto mar del ser.
Sin
embargo, más tarde en la vida, una vez que nuestros egos han sido fortalecidos
por las demandas del vivir, llega un momento en que estamos empezando a ser
llamados nuevamente a una relación con esta fuente universal de energía. El
despertar es el proceso por el cuál la estructura ordinaria del ego es disuelta
gradualmente en una relación con la más vasta fuente de la conciencia de la
cual emergemos originalmente y a la que eventualmente retomaremos con la muerte
o en los momentos de Realización Fundamental o Iluminación.
Es
simultáneamente un proceso de regresión o debilitamiento de la estructura del
ego que define el yo separado y se entrega a hacerse transparente a la
Fuente Universal. Esta
fuente más elevada puede ser comparada con el agua caliente, el yo separado
como un cubo de azúcar.
Para
la parte de nosotros que es el cubo de azúcar la vida puede ser caracterizada
muy bien: entendemos quienes somos, cuales son nuestros roles, y como
comportarnos. Nuestra percepción del mundo está estabilizada. Pero de repente el proceso evolutivo
toma el cubo de azúcar y lo empieza a poner dentro del agua caliente. Para el
ser profundo esto es volver a casa, qué dicha!, qué libertad! Pero para
el cubo de azúcar hay una sensación profunda de terror, una sensación de
pérdida del yo causada por la identificación del ego con los contornos
familiares que se están disolviendo de su identidad como cubo de azúcar. Es
mucho después. Cuando gradualmente empezamos a identificarnos con el agua
caliente infinita.
Desde
el punto de vista de nuestro ego, el principio del proceso puede ser un gran
desafío. Podemos ser llevados a tremendos éxtasis y sumergidos en abismos
aterrorizantes. El cuerpo vibra y tiembla como si se pusieran reactores
atómicos en uno y otro de los centros energéticos de la pelvis, el pecho, la
nuca y la cabeza. Síntomas de todo tipo: latido del corazón irregular, cambios
hormonales, sensaciones extrañas y dolores, que van y vienen, una sensación de
corrientes de energía que se mueven a través del cuerpo, etc. etc. En Oriente
esto ha sido llamado el despertar de la
Kundalini , Pero la forma en que este proceso
se mueve es variada y puede ser muy diferente de cómo ha sido originalmente
registrada por las tradiciones místicas originales de Oriente. En mi experiencia
rara vez, si es que alguna vez, sigue la descripción tradicional yóguica de la
progresión gradual a través de la columna vertebral y los chakras. Al
principio, el vivir esta experiencia es un desafío con extremos altos y bajos.
Pero con el tiempo se integra y se internaliza y podemos ver que estamos ahora
llegando a una vida humana que lleva algo que es mucho más que lo que era
antes. Algo irradia de este individuo como una presencia viva, hay una
vitalidad que no es la intensidad de la juventud, sino una vitalidad
permanente, una dicha calma. Para mí, la escencia de esta transformación es en
realidad un movimiento que nos aleja de ser dirigidos por el pensamiento o las
emociones hacia estabilizarse en un sentimiento muy profundo, o realmente una
conexión de la mente con el corazón y por último con el cuerpo en forma
completa también. Esta dimensión del sentimiento es más que simplemente
sensación y mucho más que las emociones que conocemos y podemos racionalizar de
una forma u otra. Es una dinámica de atención o de escuchar, un lugar donde ser
humano es no hacer algo concreto, sino más bien un proceso de existencia donde
nos paramos en el umbral del centro de la realidad, un lugar donde el pensamiento
y el sentimiento y la totalidad del organismo físico se experimentan al mismo
tiempo. Desde este sentimiento primordial viene el nacimiento de nuevas
sensibilidades, que son en sí mismas una nueva conciencia de nuestra relación
fundamental con la vida toda.
Para
mí la danza del despertar es la danza de ser un ser humano. Por lo tanto son
nuestras relaciones las que proveen de la más grande oportunidad para el
crecimiento espiritual. Estas relaciones pueden tomar la forma de comunidades
espirituales de todo tipo, pero en nuestro mundo moderno creo que este yoga debe
comenzar con nuestras relaciones más íntimas, nuestros matrimonios, y familias,
dónde, como dijo Jesús “dos o tres se reúnen…” La fricción de la relación nos
obliga a enfrentarnos con las partes cerradas de nosotros mismos, donde hemos
aprendido a mentirnos a nosotros mismos acerca de quienes somos verdaderamente.
Aquí es donde el despertar espiritual y la madurez psicológica se
convierten esencialmente en la misma cosa.
No
hay herramientas mágicas, no han guías inviolables para vivir esto. Nos ayudan
la meditación y las prácticas de conciencia, las terapias psicológicas, el
trabajo corporal, el aprender acerca de las energías sutiles, desarrollar
habilidades de sanación, etc. Pero en realidad los mismos métodos que pueden
elevar la energía, ya sea solos o con un grupo pueden también convertirse en
métodos para reprimir una inteligencia más profunda. Por ejemplo, sin una sabia
comprensión de cómo nuestros egos nos trampean continuamente, la meditación y
las prácticas espirituales de todo tipo son utilizadas por nuestros egos y se
convierten en la base para una nueva clase de identidad separada de esta forma
aún las mejores herramientas se convierten en formas de represión en lugar de
formas que puedan elevar la apertura. Cuán a menudo hemos escuchado o pensado
“una persona espiritual no puede ser así…” La gente empieza a utilizar
herramientas como la meditación trascendental como sedativos para reducir el
stress, y las prácticas de centramiento y meditación se convierten en formas de
evitar la fricción, en esencia una forma de evitar la relación con las partes
de los otros o de la vida que no aprobamos.
No
debemos evitar esas áreas. La práctica espiritual madura debe inevitablemente
exponer la naturaleza rígida del ego personal, haciéndonos así ver los límites
de nuestra voluntad para ser completamente humanos. La práctica espiritual
madura nos invita a una relación consciente con nuestro “no” a la vida. El
lugar de las fantasías y del escapar de lo que es, lo que es real. De esta
forma somos llevados a los límites de nuestra fe, el lugar en nuestro propio
vivir en que no confiamos en la intrínseca completitud de la vida. Al ser
desafiados de esta forma, tenemos la oportunidad de comprender mucho más
claramente a lo que aquí realmente nos invita el proceso de transformación y
que es lo que demanda. Finalmente, la madurez espiritual no es una estrategia
para cambiar, sino la más y más profunda aceptación de lo que significa ser
humano.
CONCIENCIA
CORPORAL
Si
miramos cuidadosamente la condición humana, vemos que el pensamiento es un
atributo muy reciente. Es la parte más joven nuestra, y como la más joven e
inmadura parte de nosotros, es también más débil y probablemente la que nos
lleva a tener problemas.
La
información se ha estado duplicando virtualmente cada pocos meses, tenemos
ahora literalmente billones de conceptos con los cuales mirar al mundo. Creo
que una mucho más verdadera medida de la evolución humana es el repertorio o
rango de estados, de sentimientos disponibles para un individuo. Si miramos qué
repertorio de sentimientos tiene la persona promedio, descubrimos que muy poca
gente puede nombrar más de sesenta estados de sentimientos, o emociones
distintos.
Si
vamos a la literatura más antigua, como los escritos de Homero, vemos que el
rango de sentimientos es muy angosto, y también muy extremo: emociones
violentas por un lado, y emociones elevadas y extáticas por el otro. El número
total de emociones es relativamente pequeño. Lo mismo puede notarse si miramos
el viejo testamento: grandes extremos, y muy limitado repertorio para poder
expresar el sentimiento.
Para
poder experimentar un más completo repertorio de la condición humana debemos
aceptar una profunda conexión con nuestro cuerpo. Nuestros cuerpos no pueden
seguir siendo objetos que simplemente ignoramos hasta que nos enfermamos, o
entrenamos para alguna condición deseada. El yoga en realidad no se trata de
posturas físicas, tanto como la meditación no trata de la relajación profunda.
El yoga es una relación de atención en la cual nos experimentamos no como
mentes estacionadas en cuerpos, sino como organismos vivos.
Relacionándonos
y experimentándonos como una sensación de vivir el momento dinámicamente. El
cuerpo es la parte más antigua de nosotros, setenta y cinco trillones de
células separadas trabajando juntas en una demostración impresionante de relación.
Nos guste o no, es uno de los más profundos y exigentes maestros de la
aceptación. Porque por más que lo tratemos no podemos escapar a la enfermedad,
el envejecimiento y la muerte. Podemos tratar de usar nuestras mentes para
escapar. Podemos imaginar la espiritualidad como una forma de evitar la muerte,
pero aceptar totalmente nuestra condición humana es convertirnos en discípulos
de nosotros mismos como criaturas corporales.
En
cada uno de mis libros cuento la historia de alguna persona que ha hecho esto
de una forma muy original, y lo ha llevado a una profunda transformación. El
tener una relación original con nosotros mismos es no el seguir una forma que
alguien nos enseña. Puede
ser de ayuda al principio aprender yoga, terapias corporales, pero finalmente
cualquier sistema de creencia o proceso dado por otro que media la relación con
nosotros mismos tiende a limitar la relación directa que es posible para cada
uno de nosotros. Es crucial enfatizar que cualquiera sea los métodos que usemos
deben ser dejados de lado eventualmente para dar lugar a una relación original
con nosotros mismos. Esta es la verdadera danza del despertar.
Tal
vez la experiencia más simple y más valiosa que podemos tener es simplemente
confiar en nosotros mismos. Esto puede ser hecho como un experimento. Ve a un
espacio que te sea cómodo donde nadie te interrumpa, un lugar donde te puedas
sentar con comodidad y no te pueda distraer la televisión, el teléfono,
libros, etc. Ahora haz un compromiso contigo mismo para sentarte y relajarte,
permítete dormirte si estás cansado, Simplemente haz la promesa que no te
escaparás de ti mismo, que no tratarás de cambiarte, que no te importa si algo
pasa, si consigues algo. Simplemente quieres estar en relación contigo mismo,
ser íntimo contigo mismo. Al fin de unas pocas horas, como máximo un día o dos
descubrirás una sensación de bienestar en profundización y suave crecimiento,
este bienestar es nuestra verdadera naturaleza. Pero antes de llegar a él tiene
que haber una voluntad de no alejarnos o evitar la relación con el
aburrimiento, la somnolencia, el enojo, la ansiedad, el miedo, la depresión o
cualquier otro sentimiento que pueda emerger en nuestra conciencia,. A medida
que vamos aprendiendo a dar más y más espacio para cualquier cosa que podamos
sentir, empezamos a descubrir que abajo y anterior a todo esto, existe una
vibrante corriente de bienestar, que es silenciosa, calma y suave. Entonces
este espacio es el que empieza a dirigirnos y nos da la fe para entrar
completamente en todo lo que la vida nos ofrezca.
TRANSFORMACION
DENTRO DE LA
VIDA ORDINARIA
No
hay atajo para realizar una auténtica y profunda transformación personal, no
podemos simplemente tomar de un maestro o de una enseñanza. No podemos
simplemente utilizar técnicas. Tenemos
que entregarnos tan completamente como sea posible a la enseñanza ¿qué es lo
que cada uno de nosotros puede traer a tal aventura que sea realmente
importante? No es los
libros que leemos, no son las ideas que tenemos acerca de ellos, no son las fantasías
que confunden tanto nuestra aspiración espiritual, la aventura trata realmente
acerca de la voluntad, el compromiso, la sinceridad y la honestidad con la que
nos enfrentamos a nuestras propias vidas. La espiritualidad no es una fantasía
para una vida feliz, lo que crece es la fricción de la vida real. La vida nunca
dejará de desafiar cualquier noción que tengamos acerca de nosotros mismos,
todos los conceptos de nosotros mismos, cada ilusión, cada fantasía.
Hace
unos cien años Rama Krishna comentó que había dos clases de yoghis. El yogui
conocido que vive en la cueva sumergido en prácticas espirituales y el yogui
escondido. El yogui escondido vive en el mundo.
Nuestras
vidas son muy cortas pero el saber que nos hemos comprometido con la
profundidad es saber que hemos escuchado realmente lo que la vida nos está
pidiendo. Ser obediente a esta gran oportunidad es el mayor don que la vida nos
ha dado y nuestro más grande privilegio.
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