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sábado, 5 de octubre de 2013

EL EQUILIBRIO ENTRE EL DAR Y EL TOMAR








                                                            El equilibrio entre el dar y el tomar

 Del Libro: Amor Delivery - Sexo y Amor en la era del consumo

Todo en la vida, sea biológico como psíquico, busca indefectiblemente un equilibrio.
Cuando el equilibrio se pierde, es necesario restablecerlo. Los sistemas, para mantenerse y reproducirse, necesitan una homeostasis inherente a dicho sistema; esta es una regulación natural. En las relaciones se da naturalmente, por amor, el deseo de dar, el movimiento de dar, así como el de tomar al otro. En lo concreto, entre pares amigos o pareja debe haber un equilibrio entre las dos personas. Uno da, el otro toma, y, luego, desea dar de nuevo. Y así sucesivamente. En un vínculo sano, el que tomó se siente a gusto y siente la necesidad de devolver, casi siempre, algo más; así se genera un instante nuevo de desequilibrio, en el que el primero que dio, desea dar de nuevo y más aún. El amor crece. Imaginemos el inicio de una relación en la que en todas las salidas paga el mismo, o hay uno que se desplaza mucho de su lugar de origen para llegar a la cita, o hace regalitos, o llama siempre para concertar el encuentro. El otro está en una posición más pasiva, recibe, pero no le nace retribuir o reconocer, aunque sea agradeciendo, nombrando lo halagado que se siente. En su alma, sin embargo, aparece una tendencia natural que es la de equilibrar. Al no hacerla, se va distanciando de la nueva relación, se va sintiendo cada vez más endeudado, más chiquito. Si el dador no refrena su movimiento dador se hace cada vez más grande, aparentemente poderoso, parecería estar diciendo que puede vivir sin esa devolución y se toma atribuciones por ello. La deuda aumenta hasta hacerse insostenible. Aun habiendo aquello que llamamos amor, la relación empieza a ser tirante o a generar discusiones incomprensibles, ya que está desconociendo una regulación. Si, en cambio, el que puede dar más se abstiene, refrena ese impulso dejando el espacio para que el otro se tome su tiempo de devolver, hará lugar a que el compañero pueda ir devolviendo o, al menos, no lo seguirá endeudando.
También ocurre que hay personas con la patología del "dar de más" que se encuentran con su "par ideal", aquellos que no reconocen deudas, niños que se instalaron en tomar como lo hacían de sus padres, donde no era "necesario" restituir y que, por lo tanto, se sienten con derecho a tomar de más, sienten que el otro es incondicional, y se terminan vinculando sin peso, sin pagar el precio de acceder a estar con el otro. Estaríamos frente a una disfunción, a personas que no están en condiciones de habilitar el carril del Amor que prospera. Estas personas necesitan un tratamiento profesional para encauzarse. Pero no es fácil percibir este tipo de desorden, el dador generalmente siente que el mundo está lleno de desagradecidos y aprovechadores de su generosidad, que ellos dan y dan y encima después reciben maltrato a cambio. La consecuencia de haber tomado sin retribuir, es que el "tomador" se llena de bronca, hasta llegar a la ira, contra aquel que lo endeudó de manera tal que volvió insalvable su deuda. Es igual que con la usura. Quien pide préstamos de usura, siempre termina odiando al usurero que era tan bueno al principio cuando le dio la plata.
Volviendo al terreno de aquellos que sí están en condiciones de educarse por sí, tan sólo aprendiendo y confiando en los órdenes naturales, alcanza con sentir y atender qué sucede en la relación cuando el dador se contiene de dar por un tiempo. Si estaba comenzando una relación con alguien cuya tendencia a tomar es enfermiza, la relación se disolverá a tiempo. Pero si la posición estaba causada por una falta de espacio, el que primero fue receptor, se sentirá muy a gusto en honrar a su compañero con alguna atención especial, dando señales de que a él también le gusta dar. No hay nada que le agrade más a quien da que ver que el otro toma con gusto todo lo que se le dio. Es un placer insustituible. El que tomó con gusto, también recibe una caricia que lo impulsa a retribuir, y, así, también sentirá lo que es el placer de que el otro tome todo lo que le da a cambio. Pero si el dar es tanto mayor que las posibilidades de devolver, el desequilibrio lleva al fracaso. Miremos un ejemplo práctico: alguien tiene sed, su amigo le da agua, pero se la vuelca en la boca, a borbotones, le da una sobredosis imposible de metabolizar, mucha se perderá y, además el que tiene sed se sentirá violentado. Nadie se la podría tomar. Si, en cambio, el amigo se la da de a poco y le va dando más en la medida que puede incorporarla, la sed se sacia y la mirada de agradecimiento le tocará el corazón. Puede ser que la cantidad de agua sea la misma, pero hubo tiempo, un registro más profundo del otro, una conexión más atenta.
No es verdad para el alma eso de dar sin esperar a cambio. Uno da sin esperar a cambio solamente a los hijos. Tiene que haber un reconocimiento. Matías no trabajaba y vivía de la herencia de su mujer, Ana. Si hubiera dicho "estoy agradecido, lo tomo como un regalo, no te lo voy a poder devolver, pero agradezco este regalo que la vida me da a través tuyo porque me está dando la oportunidad de terminar la facultad sin la obligación de trabajar de cualquier cosa", el reconocimiento podría haber equilibrado la balanza. La actitud de la que habla Hellinger no se refiere a "devolveme punto por punto", pero es necesario un equilibrio. El agradecimiento genuino es también una manera de equilibrar la balanza, porque instaura, desde la actitud del agradecido, un movimiento natural de disposición a la compensación.
El equilibrio entre el dar y el tomar es válido también para el deseo. En una relación de pares ambos deben sentir que tienen parecido deseo de encontrarse, de estar y de seguir adelante. Cuando uno de los dos desea de más, está en un estado total de exposición, está a merced del otro. El que desea más puede educarse, contenerse, retirarse. Dentro de los desequilibrios, cuando uno de los dos desea mucho más, conviene que revise qué lo impulsa a estar en un vínculo en donde no hay paridad y que se enfrente claramente con lo que hay y lo que le es posible al otro para no generar futuras descompensaciones. Si no, el que da de más se convierte en un buscador y el buscador tiene una mala relación con su vacío y con dejar un espacio. Si el otro quiere menos o está menos enamorado, lo que tiene que hacer el que puede más es aceptar la situación y compensar hacia el de abajo. Porque para conseguir el equilibrio entre el dar y el tomar, ¿quién es el que se tiene que abstener? El que puede dar de más y desearía dar más. Cuando deseo yo más que el otro, ¿a dónde va ese deseo? ¿Qué le hace al otro? El gran desafío de una pareja es poder mirar al otro y entrar en una danza con el otro. Un baile en donde algunos pasos los voy a dar yo y algunos los va a dar el otro. Si no, el otro no existe. Esto es lo que yo llamo "el entre", que no viene de " hacerle el entre al otro", sino que es una energía única, particular que se da "entre" las dos personas, un tejido especial que después voy a llamar entidad-pareja o entidad-relación. Un intercambio electromagnético que no es ni vos ni yo. Si una persona puede abandonar la memoria alucinatoria de un estado de completud que además muy pocos tuvieron; si tiene la madurez de poder sostener el vacío existencial inherente al ser humano que es un vacío de aquello que queda insatisfecho permanentemente; si logra una coexistencia con ese vacío, con aquello que nunca se va a colmar; si deja de alucinar un encuentro con un otro que lo va a llenar, admite que todas las relaciones tienen una incompletitud, va a lograr relacionarse de acuerdo a los órdenes. Todos los intensos adictivos tenemos que aprender esto.
Del mismo modo, cuando uno de los dos le hace un mal al otro, este mal tiene que ser devuelto. Quizás este tema de devolver el mal es lo que más impactó en mi mundo de prejuicios. ¿Por qué yo me tengo que volver mala si el otro fue malo? Después empecé a elaborarlo y a sentirlo como una acción que está "al servicio de la relación". El alma siempre se mueve hacia el equilibrio y, si no se devuelve el mal, la relación se daña porque el "herido" se pone en un lugar de superioridad: soportó el agravio y no lo devolvió. De todas maneras, es necesario que el mal que se devuelve sea menor que el recibido para que no se desate una escalada de males cada vez mayores. Para seguir con el ejemplo de Matías y Ana: el desequilibrio finalmente rompió el matrimonio, y, en su creciente "aprovechamiento" de los bienes de Ana, Matías terminó quedándose con propiedades que no le pertenecían. Ella estaba cada vez más resentida y enojada, además de ignorar totalmente el hecho de que su dar de más había empequeñecido a su compañero. En ese período, Ana seguía su proceso terapéutico en sesiones individuales. Su terapeuta le sugirió que realizara un acto de devolución del mal del que estaba siendo víctima, pero ella se resistía con el argumento de que una acción de ese tipo la iba a convertir en deshonesta. Las oportunidades para "devolver el mal" empezaron a aparecer. Alguien se acercó a Ana para saldar una deuda que tenía con la pareja. El pago era en dos cuotas, y, en la primera, Ana no se atrevió a callar y guardar ese dinero, a pesar de que la suma era muy inferior frente a la que Matías le debía. Con la segunda cuota, sin embargo, decidió hacer lo que le había recomendado su terapeuta. Inesperadamente, sintió menos rabia, cedió el resentimiento y Ana sintió que recobraba fuerza. Son múltiples los efectos del equilibrio tanto en el alma como en la personalidad. Pero uno de ellos, en este ejemplo, fue el poder asumir que no hay seres mejores que otros, lo cual disminuyó la sensación de superioridad que tenía ella frente a Matías. Además, y esto fue muy importante para su crecimiento posterior, se dio cuenta verdaderamente de su participación en el desorden y entendió que el dar de más es tan pernicioso como el no devolver.
La felicidad en una relación depende de la medida en que se da y se toma en ella. Si sólo queremos ser libres, tomaremos y daremos poco, para reducir el intercambio.
El DESEQUILIBRIO SANO es aquel que se produce entre un movimiento y otro, en el tiempo que media entre el dar y el tomar. O aquel que incita a devolver más y hace que crezca la medida de lo que se da y se toma, así el amor también crece. El DESEQUILIBRIO INJUSTO es aquel que nunca se compensa, entonces la relación es seguro que se muere. Quien no puede compensar, se aleja.
Los desniveles más habituales son:

DAR SIN TOMAR
NEGARSE A TOMAR
PEQUEÑOS DEFECTOS
EXCLUSIONES

DAR SIN TOMAR: es el desnivel más común en las personas consideradas buenas, espirituales o generosas y altruistas. Es difícil reconocer que se está generando un malestar al "beneficiado". Sin embargo, el dar sin tomar genera hostilidad en cualquier relación en que se presente, ya que el que únicamente quiere dar se aferra a una superioridad, negando la igualdad con los otros. Por eso está bien para ambas partes no dar más de lo que se esté dispuesto a tomar y que el otro sea capaz de devolver. Así se establece una medida. Lo notable es que se irrita principalmente quien ha tomado, ya que se ve impedido de compensar, y, así, empequeñecido.

NEGARSE A TOMAR: es una forma de no sentirse obligado a nada, de no asumir el costo y obligaciones de una relación. Quienes adoptan este mecanismo se consideran especiales o también, mejores. Sus vidas funcionan al mínimo, son depresivos. En primer lugar no toman a sus padres, y esto se traslada a otras relaciones ya otras cosas buenas de la vida. No toman para no dar.

PEQUEÑOS DEFECTOS: También existe un desnivel en cuanto al equilibrio si uno de los cónyuges tiene un "defecto" en el momento de casarse. El hecho de que uno de los dos haya tenido una vida previa con mujer e hijos, la imposibilidad de alguno de los dos de tener hijos, el que uno de los dos tenga una posición económica holgada y el otro no, el que exista alguna discapacidad: todas estas desigualdades son consideradas como "defectos" a la hora del equilibrio en una pareja. Y, si bien las maneras de restablecer el equilibrio son muchas, es necesario tenerlas en cuenta. Cuando estamos enamorados parece que nada importara, pero, a la larga, tiene sus consecuencias haber hecho caso omiso de su peso. La relación se puede establecer, claro que sí, viendo y nombrando cada cosa por su nombre. Así se le hace lugar.

EXCLUSIONES: el alma de una pareja, así como la de una familia, no resiste la exclusión de quien pertenece o perteneció al sistema. A una pareja pertenece, para ser nombrado, honrado y reconocido, quien estuvo primero.
Muchas veces existe una falta de reconocimiento hacia quien pagó un costo para dar lugar a una nueva pareja. Cuando una relación nace mientras uno de los dos está casado y la nueva relación lleva a la separación, es necesario agradecer a quien tuvo que ceder su lugar (aunque haya sido involuntariamente). Esto también ocurre en los casos en los que alguien enviuda sin haber tenido hijos. En el futuro no se nombra a ese muerto por considerar que los miembros de la pareja eran muy jóvenes, o para darle peso a la familia que se formó luego en un segundo matrimonio. Sin embargo, la exclusión de ese primero inspira en los sucesores del segundo matrimonio una necesidad de compensación, de hacerle un lugar a aquel fallecido, quien, por su desaparición, hizo lugar a este segundo del que se proviene.
La mayoría de las veces queremos quitarle peso a estas deudas y creemos que así es mejor, pero la falta de reconocimiento tiene consecuencias que tarde o temprano dañarán a la nueva relación o a la familia que se forme. Una pareja anterior que falleció o se separó tiene su lugar en el sistema, hay que registrado. También los hijos de un primer matrimonio vinieron primero y deben conservar su lugar. En un taller de constelaciones familiares un señor consultó porque estaba muy preocupado por su hijo mayor, de 23 años: lo veía muy desvitalizado y, si bien no tenía síntomas severos, él percibía que su hijo se dejaba estar. En la constelación el representante (*En la práctica de constelaciones, se eligen representantes para ocupar el lugar de las personas involucradas en el problema a constelar.) de su hijo miraba hacia un lado, con insistencia. Cuando alguien está ausente hay que preguntarse dónde sí está presente. Resultó ser que el señor tenía un primer hijo, anterior a este, un hijo que no había conocido ni reconocido. El denominado hijo mayor era, en verdad, el segundo. En el Alma es así. Y, si papá no lo reconoce, yo quedaré mirando para allá, eso me va a ocupar mucho tiempo y energía. La solución fue la integración del hijo no reconocido y de su madre. Alguien en la familia no estará en paz si queda una "cuenta pendiente".
No reconocer al padre o la madre de los hijos que son criados por el segundo matrimonio también es una exclusión. Un hijo, aun un hijo adoptivo que jamás conoció a sus padres biológicos, necesita ser recibido entero, mirado con buenos ojos tanto en la "mitad" que viene de su mamá como en la "mitad" que viene de su papá. Si alguno de sus padres, o ambos, no es tenido en cuenta, se lo está excluyendo. Eso se convierte en una merma en la vitalidad del niño.
A veces el chico se identifica con el excluido. Lo hace siempre por amor, cumpliendo con la inclusión necesaria que los que lo rodean no quieren aceptar. Los modos para que reciba la honra quien debe recibirla son tanto simples como retorcidos, pero el Alma siempre se orienta a la compensación. Hace poco, mientras redactaba este capítulo, me enteré de una historia, de la que, justamente, conozco la prehistoria. Vale como ejemplo: A un niño de tres años le diagnostican mudez, o sea, no es que tuviera una dificultad en el habla sino que era totalmente mudo. La madre del niño había conocido al padre mientras era novia de un gran amigo de él. El noviazgo de los padres se había mantenido en silencio y escondido durante un año y, cuando se dio a conocer, jamás se agradeció al novio anterior, y amigo del hombre, el haber sido causa del contacto entre ellos. Es más, la madre del chico se mostraba desafiante con su ex novio a pesar de haberle sido desleal durante mucho tiempo. No sólo no lo honraban por haber "cedido" su lugar al padre del chico y por haber sido la causa de que ellos dos se conocieran, sino que jamás le reconocieron el dolor que le había causado el nacimiento de esta nueva familia. Tal vez esté diciendo esto demasiado a la ligera, pero es muy probable que este niño lleve en su corazón a este novio anterior, a quien no se nombra y a quien no se le ha reconocido su lugar.

Cuando no es posible restablecer el equilibrio, se puede agradecer como recompensa.

Como en el ejemplo de Matías, poder decir "lo tomo con alegría y lo tomo con amor" restablece el equilibrio mientras que tomar las cosas como si las diéramos por sentado, negarnos por orgullo a agradecer o a aceptar que estamos, de algún modo, en una posición inferior, y privarnos y privar al otro del sentimiento de agradecimiento crea desequilibrios que afectan profundamente a la relación.
Cuando la reparación no es posible y no se puede compensar por motivos de fuerza mayor, la deuda y el daño revisten una importancia fatal. Ya sea por daño físico o material, si uno se ve imposibilitado de restablecer el equilibrio, autor y víctima se someten al destino, cualquiera sea el que a cada uno le toque.

Algunas de las reglas básicas:

¿Cuál es el primer amor? La madre. En una relación de pareja, los dos integrantes tienen que haber "tomado" a su madre. Está completo quien acepta que su madre le donó todo lo que tenía para dar, que su padre y su madre le dieron la vida y hay que tomarla al precio que nos fue dada, con todo lo bueno y todo lo malo.
La relación de pareja es algo totalmente diferente a un amorío (aun a un amorío prolongado). Tiene otra profundidad totalmente distinta.
El enamoramiento es ciego, el amor está en vela.
En el amor que perdura, tomamos al otro entero, con su familia y su destino.
Para el amor, el otro está bien tal como es. El hombre y la mujer son iguales en su necesidad y en su capacidad de regalarle algo esencial al otro, de complementarlo.
Todo es diferente en el hombre y la mujer: el pensar, el sentir, la visión del mundo y también la manera de reaccionar y de abordar las cosas. Ambas formas vitales y existenciales, sin embargo, son formas de realización humana plenamente válidas y equivalentes, lo cual constituye un desafío para ambos, el hombre y la mujer.
El hombre tiene algo que la mujer no tiene. La mujer tiene algo que el hombre no tiene.
La relación de pareja se basa en la condición previa de la igualdad. Ambos son igualmente buenos y malos en aquello que tienen y en aquello que les falta. Siempre que el otro hace el papel de madre o padre, se establecen relaciones de poder. Todo intento de comportarse como padres que tienen que "reeducar" al otro o como hijos dependientes provoca una crisis en la pareja.
Que el hombre quiera a la mujer por mujer, y la mujer quiera al hombre por hombre.
Que entre ellos haya un intercambio en el que ambos den y tomen en la misma medida.
La mujer sigue al hombre y el hombre tiene que ponerse al servicio de la mujer y los hijos.
Las relaciones entre el hombre y la mujer tienen necesidad de VINCULACIÓN, PERTENENCIA Y CONTINUIDAD.
Hellinger afirma: "El conocimiento del orden significa sabiduría, y seguirlo con amor es humildad, lo cual significa que uno vuelve a su propio lugar, al que le corresponde..." Como una planta, sólo estando en el lugar que nos es propio, recibimos todos los nutrientes adecuados para el mejor desarrollo y evolución.
Y, así, entramos en sintonía con lo que es, desde el círculo pequeño, hasta la VIDA, en su más amplio y abarcador sentido, el Todo.

Lic.Laura Jazmín Gulí
www.amorenorden.com.ar
Del libro: Amor delivery - 
Sexo y amor en la era del consumo
Edit. Aguilar, Bs. As., Argentina, 21/10/09.




Recientemente publicado
Constelaciones Familiares
Nuevas Dimensiones del Arte de Curar
Edit. Kier, Bs.As., Argentina, 29/8/2013


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