LA PAZ
¿QUÉ SIGNIFICA?
CONSTELACIONES FAMILIARES
Conferencia de Bert Hellinger en Würsburgo, 2003
Que lo que antes se enfrentaba ahora se una,
Que lo que antes se excluía ahora se reconozca mutuamente
Que lo que antes se combatía, se hería, se hacía la guerra
e incluso querría destruirse el uno al otro, se unan ahora en el dolor por las
víctimas de ambas partes y por el sufrimiento infringido a todos.
¿Qué consigue la paz?
Los que afirmaban su superioridad sobre los otros,
considerándolos inferiores u hostiles, los reconozcan y acepten como iguales.
Confirman la especificidad de cada uno. Toman y reciben los unos de los otros.
La paz entre ellos amplía sus fronteras personales,
permitiendo, dentro de esas fronteras, la diversidad y la peculiaridad respectiva
así como la acción conjunta.
La paz comienza en el alma individual.
Lo que anteriormente hemos desechado, reprimido y
lamentado de nosotros mismos, puede por fin ocupar un lugar en nuestro interior
junto a todo lo que valorábamos hasta entonces. Se reconoce su importancia y su
contribución a nuestro crecimiento.
Esto exige que nos despidamos del ideal de la inocencia
que, ni fomenta ni exige el crecimiento, prefiere sufrir en vez de actuar y
pretende que sigamos siendo niños en vez de crecer.
La paz continúa en la familia.
Muchas familias desean permanecer inocentes. Por ejemplo, dan gran importancia a su reputación, e incluso esconden, niegan y manipulan lo que creen que podría destruir su ideal de inocencia
De este modo, para proteger su imagen de inocencia, se
transforman en culpables. Excluyen a miembros de la familia, se avergüenzan de
ellos, eliminan el recuerdo de ellos, porque sus destinos graves les da miedo y
recordarles es doloroso. De este modo la familia se atrofia y se aísla.
La paz en la familia no es ni sencilla ni cómoda. El que
ama la paz y la sirve, mira de frente la carga, la culpa y el dolor, da a todos
los miembros de la familia un sitio en su alma, aunque sean diferentes a como
los demás desearían o creían que eran. Se enfrenta al reto y a la controversia
que conlleva reconocer a los otros como iguales y amarles.
Cómo podemos fomentar la paz, más allá de la familia, en otros ámbitos más amplios?
Primero, posiblemente sólo en un círculo pequeño, como el de los vecinos o el trabajo y después también allí donde tengamos una mayor responsabilidad, como en organizaciones o en la política.
Allí sólo podemos ayudar a la paz respetando la dignidad y
las cualidades específicas de todos; lo que son y lo que han aportado al
conjunto. Esto exige también que nos fijemos en los culpables y los respetemos,
sin liberarlos, ni de la responsabilidad de sus actos, ni de las consecuencias
de su culpa, porque esto pertenece a su dignidad.
La paz no evita los conflictos.
Gracias a los conflictos la gente muestra lo que es importante para ellos y lo que sienten como amenaza. En el conflicto expresan y defienden sus intereses, hasta el momento en que tienen que admitir hasta donde y hasta qué punto el interés de los demás actúa como un límite para sus propios intereses. Sólo entonces es posible un equilibrio y un intercambio entre ellos. Esto permite que cada uno madure y se enriquezca a través de las peculiaridades de los demás. De este modo el conflicto es un requisito para la paz y la prepara.
La paz nunca se alcanza del todo.
La paz eterna, con la que muchos sueñan, podría compararse
a una parálisis. Sin embargo la paz concluye algo: aquello que anteriormente
agotó las fuerzas en el conflicto puede ahora retirarse, apaciguado. Debemos
permitir que el conflicto se retire sino renacerá, incluso después de
resolverse. Y ¿Qué es lo que hace que resurja un conflicto? ¡El recuerdo del
mismo ! Por lo tanto, debemos permitir que lo que está en el pasado esté en el
pasado.
Los grupos son la mayor amenaza para la paz.
En ellos dejamos de mirarnos de individuo a individuo y nos
percibimos primero como miembro de nuestro grupo, percibimos a la otra persona como miembro de su grupo, nos volvemos ciegos a los individuos. Como parte de un grupo, nos enajenamos fácilmente, nos volvemos como inconscientes y nos disolvemos en la colectividad.
La pregunta ahora es:¿Cómo podemos fomentar la paz entre
grupos?
Pues, frente a las fuerzas colectivas, los individuos son
grandemente impotentes, incluso cuando conservan su capacidad de reflexión.
¿Qué posibilidad les queda entonces? Deben esperar el momento justo, en el que
las fuerzas destructivas se han agotado a si mismas. Hasta entonces pueden
preparar el camino de la paz, en ámbitos reducidos, más íntimos. Esto exige de
ellos el gran esfuerzo de soportar el conflicto, incluso de aceptarlo y estar
de acuerdo como algo inevitable.
En un nuevo libro "La paz empieza en las almas",
aporto ejemplos de los dos últimos años, ejemplos de cómo preparar la paz en
las almas. Se trata de una parte de la paz entre los pueblos: por ejemplo entre
griegos y alemanes con respecto a la segunda guerra mundial, la paz entre
armenios y turcos después de la persecución, la paz entre Rusia y Alemania,
entre Japón y los USA, entre Israel y sus vecinos.
El libro habla también sobre la reconciliación entre
religiones, como los cristianos y el Islam, sobre la reconciliación entre
conquistadores y conquistados, la reconciliación de la guerra civil en Colombia
y de la reconciliación entre amos y esclavos en Brasil y los USA.
Con frecuencia esos conflictos tienen su origen en un
pasado remoto y siguen actuando en el alma de los descendientes. Con la ayuda
de las constelaciones familiares pueden enfrentarse, a través de los
representantes, se consigue poner frente a frente las personas originariamente
implicadas. Entonces, quizá por primera vez, se miran a los ojos, ven a cada
uno como un ser humano, igual que el, con los mismos derechos, la misma
dignidad. Consiguen ver lo que han hecho a los demás, lo que lo demás han
sufrido por ellos, y empiezan a llorar a los muertos juntos, por todo lo que se
perdió, se reconcilian y encuentran paz.
Sólo entonces sus descendientes son libres para elegir la
reconciliación, para honrar a los muertos, y en memoria de ellos procuran
reparar la injusticia pasada, tan lejos como sea posible. Entonces, por fin,
pueden dejar el pasado atrás y actuar de modo constructivo en el presente.
En las constelaciones familiares el trabajo de
reconciliación empieza en el alma individual y en la familia. Cuando se logra
ahí la reconciliación, ésta se extiende a grupos más amplios. Por lo tanto
permanecemos modestos en las constelaciones familiares, conscientes de nuestras
limitaciones.
La paz profunda y duradera se escapa de nuestras
intenciones y permanece más allá de ellas. Allí donde llega sabemos que fue un
regalo.
Publicado en Praxis der Systemaufstellung 1/2003 pp25-26
Extracto del libro "Der Friede beginnt in den
Seelen", Familien-Stellen im Dienst der Versöhnung. ISBN 3-89670-239-4,
Carl-Auer-Verlag.
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