Cada Palabra que Pronuncias Nace a la Existencia
Gillian MacBeth-Louthan,
Traducción: Margarita López
Edición: Susana Peralta
Estamos conectados con todo en el Universo. No hay nada de lo que no seamos parte; todo fluye a través de nosotros y hacia nosotros. Nuestras energías, nuestros pensamientos y nuestras palabras fluyen a través de toda vida, en la Tierra y en todas partes. No tenemos fin ni principio, sino un flujo continuo de vida, cambiando de forma una y otra vez. Estamos perfeccionando continuamente nuestra forma en cada una de nuestras encarnaciones, ya sea como elemento, planta, animal, humano, estrella o galaxia. Nos desafiamos deliberadamente a nosotros mismos a llegar a ser todo lo que podemos ser. No hay fracaso en este tipo de existencia, sólo evolución.
A medida que alcanzamos una cúspide en este nivel de evolución, empezamos a darnos cuenta del efecto que tienen nuestras palabras, pensamientos y miedos en este momento decisivo de la humanidad. Hablamos sin pensar, creamos por capricho y profetizamos desde el miedo. Hablamos como si nuestras palabras no significaran nada. Las vemos sólo como palabras y no nos damos cuenta de que se crearon mundos con una palabra, un pensamiento, un decreto. No vemos el poder que tenemos a nuestra disposición, para destruirlo todo o crear una utopía, un paraíso, el cielo en la tierra. Saboteamos nuestras propias vidas, nuestras finanzas, nuestra salud, nuestro matrimonio y nuestro futuro.
Cada pensamiento que tienen está vivo. Cada palabra que pronuncian nace a la existencia. Ustedes la liberan de su reino personal. Como si dejaran salir a un genio de una botella, sus palabras, sus pensamientos, esperan sus órdenes para entrar en el mundo de la materia y hacer lo que hacen mejor, ¡crear! ¡Toda creación es hecha por ustedes, para ustedes y a través de ustedes! El tiempo entre el pensamiento y la manifestación se hace más y más breve, forzando la atención de todos al vestíbulo de espejos de la responsabilidad. Es allí que las reflexiones gritan: “¡Miren lo que han creado, miren lo que han dado a luz!” Nos damos regalos maravillosos y mágicos a nosotros mismos a cada minuto de cada día sólo con las palabras mismas que pronunciamos. No hay nadie afuera para atraparnos, no hay nada afuera para destruirnos, cada situación es obra nuestra, una creación divina, una herramienta para conducirnos a un lugar superior de conocimiento.
No solo hacemos esto como individuos, sino también como países, familias, continentes, y también como mundo. Muchísimas oportunidades para aprender y evolucionar y amar. Como niños jugando con armas nucleares, sin saber el poder del instrumento a su alcance. Hacemos lo mejor que podemos para cumplir profecías antiguas y bíblicas creyendo a cierto nivel que quienes vivieron antes sabían más que nosotros. Cedemos nuestro poder y nuestro mundo a los huesos secos del pasado. Si esas mismas personas profetizaran hoy en día, nos reiríamos considerándolos excéntricos o miembros de algún culto, sin honrar sus palabras, ni sus miedos.
Muchas culturas por todo el mundo sienten la necesidad de hacer realidad las profecías antiguas. Su religión no estaría completa sin la destrucción masiva prometida. Si las profecías no son ciertas, entonces ¿qué más hay en su doctrina que no sea cierto? ¿Les ha mentido su Dios respecto a algo más? Este tipo de pensamiento debe ser cortado de raíz. No por medio de la confrontación, ni del enojo ni señalando con el dedo, sino con amor, amor y más amor. El mundo exterior sólo refleja nuestros pensamientos y diálogos internos. La vida no es algo que nos pasa a nosotros, es algo que nosotros creamos continuamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario